¿Ayudan o confunden las aplicaciones para analizar cosméticos?
«A este paso acabamos mal, Estela«, me decía Begoña, una de mis compañeras de trabajo, ante una preocupación excesiva que manifestaba uno de sus pacientes ante un tema estético imperceptible. Así lo creo, si no empezamos a poner cabeza en la belleza. Exceso, borrachera de información, que lleva a la más profunda desinformación, y lo que es peor, a lo absurdo. Un claro ejemplo hoy en día son las aplicaciones de análisis de cosméticos, que parece que se han vuelto a poner de moda. Si no sabes lo que son, enhorabuena; y si las conoces, sigue leyendo. En nuestra era digital, las aplicaciones para analizar productos cosméticos han ganado popularidad rápidamente y lo cierto es que a primera vista, parecen herramientas prometedoras, diseñadas para guiar al consumidor en la elección de productos más seguros y saludables. Sin embargo, cualquier persona que entienda de cosmética puede decir que no son tan fiables como se presentan, y definitivamente pueden generar más confusión que claridad.
Para empezar, estas aplicaciones no toman en cuenta las regulaciones legales que rigen la seguridad de los cosméticos. En la Unión Europea, por ejemplo, la legislación garantiza que cualquier cosmético legal en el mercado debe ser seguro para su uso. Esto significa que no hay productos cosméticos que contengan ingredientes tóxicos en concentraciones peligrosas para el consumidor. Poco más hay que añadir. Ahora bien, eso no significa que todo sea de la misma calidad o que determinadas pieles o personas no puedan tener reacciones adversas a ciertos productos, eso es evidente. Hay calidades, e ingredientes que son más afines a la piel que otros, pero ni siquiera esta información que sí que es relevante se puede extraer de este tipo de análisis. Una pena.
Una de las limitaciones de estas aplicaciones de las que hablo es que, aunque a veces consideran la concentración de los ingredientes, la forma en que presentan esta información puede ser simplificada o alarmista. Un ingrediente que podría ser perjudicial en grandes cantidades es completamente seguro en las pequeñas concentraciones permitidas en los cosméticos. Sin una explicación adecuada, este enfoque puede fomentar la «quimiofobia», la irracional aversión a los productos químicos, que se ha vuelto tristemente común en la sociedad actual.
Además, estas aplicaciones no distinguen entre los productos que se aclaran y aquellos que permanecen en la piel. Este es un detalle fundamental, pues un ingrediente que se enjuaga después de su aplicación tiene un impacto mucho menor que uno que permanece sobre la piel durante horas. Es crucial que cualquier evaluación de cosméticos se base firmemente en la ciencia y en las regulaciones vigentes, para evitar que la percepción pública o las tendencias de marketing prevalezcan sobre la información objetiva. Es curioso lo contradictorio de todo esto.
Me desquicia ver a personas hablar sin pudor ni conocimiento sobre cosméticos tóxicos, porque no saben ni dónde es capaz de llegar un cosmético. También podrían pensar, por ejemplo, en las sustancias inyectadas en los tatuajes, que sí llegan muy próximas al torrente sanguíneo. Lo triste es que la industria cosmética lo sabe y algunos laboratorios están modificando sus productos no para mejorarlos, sino para evitar una mala puntuación en estas aplicaciones. Este es un desarrollo preocupante, ya que la innovación en cosmética debería estar impulsada por la ciencia y la eficacia, no por el deseo de apaciguar a un algoritmo mal informado.
Es importante destacar que, al igual que en cualquier otra profesión, el cuidado de la piel es un tema serio que requiere de conocimientos especializados. No se trata de un hobby que cualquiera puede dominar con unos tutoriales o una aplicación móvil.
El cuidado de la piel debería estar en manos de profesionales que entienden sus complejidades y necesidades. El futuro de la cosmética es prometedor, y herramientas como la inteligencia artificial pueden ofrecer grandes avances en la personalización y eficacia de los productos. En resumen, es esencial que los profesionales sigamos educándonos, apoyándonos en fuentes confiables y utilizando el criterio profesional para navegar el complejo mundo de la cosmética. Solo así podremos tomar decisiones verdaderamente informadas que beneficien a nuestros pacientes y su salud a largo plazo.
(Artículo de María Estela de Abajo Sanz para LNE el 14 de septiembre de 2024)