Rutinas virales y el riesgo de confundir la piel con un experimento
En los últimos años, las redes sociales se han convertido en un escaparate de rutinas virales que, bajo la apariencia de “trucos naturales” o “métodos revolucionarios”, ponen en riesgo tanto la salud como la belleza de la piel. Entre ellas destacan la llamada “rutina del cavernícola” y la “dieta de las princesas Disney”, dos tendencias que ejemplifican cómo la desinformación puede disfrazarse de autocuidado.

La rutina del cavernícola propone no utilizar ningún producto, ni siquiera agua, para limpiar el rostro. Algunos de sus defensores aseguran que la piel “se equilibra sola”, pero lo que realmente ocurre es una acumulación de sebo, sudor, células muertas y contaminantes que dan lugar a lo que la dermatología denomina dermatosis neglecta. Esa capa opaca que muchos confunden con “piel equilibrada” es, en realidad, suciedad acumulada. Además, al obstruir la superficie cutánea, se altera la función barrera, se favorece la inflamación y se agravan problemas como el acné o la rosácea. La higiene no es una opción: es un pilar básico de salud cutánea, independiente de cuántos pasos tenga una rutina.
Más preocupante aún es la dieta de las princesas Disney, un reto viral que invita a comer como los personajes femeninos de las películas de animación. Bajo su aparente inocencia, promueve dietas restrictivas, desequilibradas y carentes de nutrientes esenciales. Este tipo de prácticas no solo afectan al bienestar general, sino también a la piel, el cabello y las uñas, que dependen de una nutrición adecuada para mantenerse saludables. Banalizar la alimentación o reducirla a una moda es peligroso, sobre todo para el público joven, porque refuerza la idea de que la belleza está ligada a la restricción y no al equilibrio.
A estos ejemplos se suman otros retos igualmente dañinos, como el “sunscreen contouring”, que consiste en aplicar protector solar solo en determinadas zonas del rostro para conseguir un bronceado “a medida”, o los hacks caseros con limón o vinagre para tratar manchas. Estas prácticas pueden provocar quemaduras, irritaciones o hiperpigmentaciones difíciles de revertir. Lo que parece inocente en un vídeo de un minuto puede tener consecuencias duraderas.
El papel de la esteticista: rigor frente a la desinformación
Desmentir estos retos requiere una estrategia sencilla: educación y claridad. La piel no se equilibra sola y no existe belleza sin salud. La limpieza diaria es esencial para mantener su función barrera y prevenir inflamaciones. Del mismo modo, una alimentación rica, variada y equilibrada es la base de una piel luminosa y resistente. Cuidarse no significa seguir diez pasos ni comer “como una princesa”, sino escuchar el cuerpo y aplicar conocimiento.
Frente a la avalancha de información en redes, las esteticistas debemos reivindicar nuestro papel profesional. La normativa española reconoce nuestra competencia para asesorar sobre cosméticos, tratamientos y su relación con la fisiología cutánea. Somos las interlocutoras cualificadas para guiar decisiones seguras y eficaces, y no deberíamos permitir que influencers o profesionales ajenos a la estética trivialicen este campo. Nuestra labor va más allá de aplicar tratamientos: implica educar, acompañar y difundir mensajes rigurosos, tanto en cabina como en redes.

En definitiva, el acompañamiento estético no es una moda ni una tendencia pasajera, sino un ejercicio profesional que combina conocimiento, rigor y humanidad. Reivindicarlo con orgullo y compromiso es la mejor manera de proteger la piel —y la confianza— de quienes confían en nosotras.



