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Cara Oz*mp*c: El precio estético de adelgazar demasiado rápido

En los últimos meses, el término “cara Oz*mp*c” («cara «adelgazamiento rápido») ha ganado notoriedad en redes sociales y medios de comunicación. Se utiliza para describir un conjunto de cambios estéticos faciales que algunas personas experimentan tras una pérdida de peso rápida y significativa. Este fenómeno se ha asociado particularmente con el uso de estos medicamentos (agonistas GLP-1), un fármaco originalmente diseñado para el tratamiento de la diabetes tipo 2, que actualmente se está empleando también en procesos de adelgazamiento.

Antes de continuar, quiero dejar claro que este artículo no pretende posicionarse ni a favor ni en contra del uso de este tipo de tratamientos. No es mi función, ni es mi área de especialización, valorar decisiones médicas. Lo que sí puedo y quiero abordar es el impacto que estos procesos pueden tener a nivel estético, especialmente en el rostro, y cómo desde el campo de la estética podemos acompañar con rigor, empatía y conocimiento a quienes los atraviesan.

El rostro es una de las zonas más sensibles a los cambios que provoca una pérdida de peso acelerada. Cuando esta se produce de forma intensa y rápida, puede provocar una pérdida significativa de grasa subcutánea, sobre todo en áreas como las mejillas, las sienes o la zona periorbicular. Como resultado, se observa una apariencia más demacrada, con flacidez, arrugas más marcadas, ojos más hundidos y pómulos excesivamente definidos. Todo ello puede otorgar al rostro un aspecto más envejecido, incluso en personas jóvenes.

Es importante señalar que estos efectos no son exclusivos del uso de Oz*mp*c. Cualquier pérdida de peso abrupta puede provocar consecuencias similares. Sin embargo, la popularidad mediática de estos tratamientos ha contribuido a visibilizar esta consecuencia concreta, generando preocupación tanto entre pacientes como entre profesionales.

¿Por qué ocurre esto? Básicamente, porque cuando se pierde grasa de forma acelerada, el cuerpo no distingue entre distintas localizaciones: se pierde grasa corporal, pero también grasa facial. Y es precisamente esta grasa facial la que actúa como soporte estructural del rostro. Cuando desaparece de golpe, la piel no tiene tiempo de adaptarse al nuevo contorno, lo que se traduce en flacidez y falta de firmeza. Además, con el paso del tiempo, la piel pierde elasticidad de manera natural, por lo que este tipo de procesos pueden intensificar aún más los signos visibles del envejecimiento.

Comparativa de una mujer antes y después de un tratamiento estético simulado. A la izquierda, rostro delgado con signos de fatiga; a la derecha, aspecto más firme y saludable. Imágenes generadas con inteligencia artificial con fines divulgativos, no corresponden a un caso real.

Ahora bien, existen formas de minimizar estos efectos. La primera y más eficaz es optar por un enfoque gradual y sostenible para la pérdida de peso. Perder peso de forma paulatina permite que la piel se adapte mejor y que los tejidos mantengan una mayor integridad. También es fundamental acompañar el proceso con ejercicio físico, especialmente de fuerza, para preservar la masa muscular y favorecer la tonicidad general del cuerpo.

Por otro lado, una buena hidratación, una alimentación equilibrada y el cuidado cosmético regular contribuyen de manera decisiva a mantener la salud y la apariencia de la piel. Y cuando los signos ya están presentes, la estética profesional ofrece soluciones eficaces y seguras. Entre ellas, la cosmética más específica para ello y la micronutrición adaptada, como apoyo innegociable en el proceso.

Además, los rellenos dérmicos con ácido hialurónico ayudan a restaurar el volumen perdido; los bioestimuladores promueven la producción natural de colágeno, mejorando la textura y firmeza cutánea; y las tecnologías como la radiofrecuencia, y diferentes tipos de corrientes que aportan un efecto tensor que complementa el tratamiento integral.

Eso sí, todo procedimiento estético debe estar supervisado por profesionales cualificados, que sepan valorar cada caso con criterio y responsabilidad. Porque no se trata sólo de “arreglar” lo que ha cambiado, sino de entender el proceso, acompañarlo y tomar decisiones basadas en el respeto al cuerpo, al tiempo y a las necesidades reales de cada persona.

Como reflexión final, diría que, en estética, como en la vida, el atajo no siempre es el mejor camino. La pérdida de peso no debería ser una carrera contrarreloj. Cuando se busca con urgencia, sin atender a los ritmos del cuerpo ni al equilibrio general, pueden aparecer consecuencias no deseadas. Por eso, abordar este tipo de procesos con un enfoque integral —que contemple salud, bienestar y apariencia— no sólo mejora los resultados físicos, sino también la relación con el propio cuerpo y la imagen que vemos en el espejo.

En definitiva, más allá de tendencias y titulares, lo esencial es recordar que cada rostro cuenta una historia. Y esa historia merece ser cuidada con rigor, con sensibilidad… y siempre, con belleza con cabeza.

(Artículo de María Estela de Abajo Sanz para LNE el 14 de junio de 2025)

Categorías: Noticias

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